Hablamos continuamente y en cada momento de nuestras vidas. Por lo que hablar de sabiduría para hablar según la Biblia es de suma importancia para todo creyente.
Normalmente, pensamos que las palabras tienen poco o nada de importancia. Pero, como veremos en este post, la Escritura nos muestra que nuestras palabras tienen más importancia de lo que pensamos.
1. La importancia controlar nuestro habla
Según Santiago, el controlar la lengua es todo un reto (Stg. 3:1-12). Él ilustra esto como llegar a controlar el timón de un barco, por tanto, quien controla su lengua puede llegar a controlar todo su cuerpo (Stg. 3:5). Esto, lejos de ser una buena noticia, representa para nosotros un reto.
Lo que quiere decir Santiago es que la lengua es el miembro más difícil de controlar. Tener dominio propio, en un sentido maduro, da como conclusión el correcto control de las palabras.
Algunos pensarán que alguien que es callado controla su lengua, pero esto no necesariamente es así. Lo que quiere decir las Escrituras en cuanto a esto es que debe haber un control, la lengua no puede hacer lo que quiere ni andar de forma descontrolada indistintamente de si callamos o hablamos. Un caballo que se niega a marchar cuando debe, es tan descontrolado como uno que se niega a frenar cuando debe.
Al adquirir dominio propio sobre nuestra vida, y sobre nuestra lengua, podemos darle un uso productivo, hacerlo fuente de vida y no de muerte.
2. La necesidad de hablar siempre lo adecuado
Otra cosa que muestra la Escritura en cuanto a nuestra forma de hablar es el usar las palabras adecuadas (Col. 4:6). Hay imágenes que aparecen en la Escritura para esto, como siempre tener una palabra bien sazonada o decir siempre a las otras personas las palabras adecuadas, la palabra adecuada para la necesaria edificación.
Esto significa que la forma de hablar del cristiano debe ser cargada de sabiduría. Quien habla, debe entender que, en cada frase, palabra y expresión, se encuentran significados que pueden cambiar eventos e incluso la vida de ciertas personas.
Hay frases que podemos escuchar en una conversación, en una predicación o clase, que nos dejan con una marca. Eso puede pasar más de lo que pensamos, por eso, no debemos pasar por alto el impacto que puede tener lo que decimos en una situación determinada.
3. El esfuerzo por la pureza de los labios
Nuestros labios deberían ser puros. Para esto, debemos disciplinarnos para no decir palabras mal sonantes, groserías e incluso formas inmorales de hablar. Pero no solamente aquello que es socialmente inaceptable, sino también de aquellas formas de hablar mal intencionadas, que distorsionan los hechos o que vienen con intenciones encubiertas.
Pregúntate siempre ¿Lo que digo es íntegro y agradable delante de Dios? ¿Es mi forma de hablar agradable ante aquel que escucha el resonar del corazón en cada palabra?
Si lo que decimos no tiene el sello de aprobación de Dios, si no es santa nuestra conversación, si nuestros labios no son puros, entonces debemos arrepentirnos y enmendar nuestra forma de hablar.
4. Nuestra boca dice lo que habita en el corazón
La Escritura es clara que, lo abunda del corazón, sale indefectiblemente por los labios (Luc. 6:45-49). El corazón, según las Escrituras, es la fuente de los pensamientos, anhelos y más profundos afectos. Esto significa que es todo aquel mundo interno del que Dios y nosotros mismos somos testigos.
Esto significa que, para poder cambiar nuestros labios, deben ser cambiados nuestros corazones. Gracias demos a Dios que en su pacto ha prometido cambiar el corazón de los creyentes, hacerlo de carne y escribir su ley en ellos.
No obstante, esto también nos debe hacer examinarnos. Si nuestra forma de comunicarnos está enmarcada por la ira, por el enojo o por los chistes groseros, ¿Qué habitará en nuestro corazón? Tales señales serán indicadores sumamente claros de que necesitamos limpiar adentro antes que afuera.
5. Seremos juzgados por cada palabra de nuestra boca
Lejos de lo que el mundo piensa, las palabras no se las lleva el viento, puesto que seremos juzgados por cada palabra ociosa (Mt. 12:36). Esto implica que de alguna manera Dios tiene registro de cada palabra (Ap. 20:12), por lo cual, juzgará cada una de ellas.
Cuando hablamos de sabiduría para hablar conforme a la Biblia, no solamente debemos considerar que nuestra forma de hablar puede afectar a nuestro prójimo en el presente, sino que tiene repercusiones personales en la eternidad. Cada palabra será puesta a juicio, cada palabra será considerada con seriedad.