Cuando empezamos la obra en la Iglesia Reformada de Venezuela Valencia Sur, el horario de comienzo era a las 9:00 a. m., luego, en vista de que todos llegaban tarde y empezábamos a destiempo, lo cambiamos a las 9:30 a. m. Me gustaría decir lo contrario, pero la situación no mejoro. De hecho, hemos estado considerando correr otra media hora más para adecuarnos a esto. No obstante, ese no es el problema real.
De seguro que al leer esta situación te verás en una condición similar. Lastimosamente, esta es una realidad bastante generalizada en América Latina. La impuntualidad parece ser parte de nuestro tejido social y, aunque como cristianos deberíamos procurar ser diferentes, en muchas ocasiones estamos en la misma situación.
Evaluando y considerando el problema desde nuestro contexto
Este no es un tema nuevo, está marcado entre muchos latinoamericanos. Por un lado, está el aspecto de que la impuntualidad es un vicio normalizado entre las sociedades latinoamericanas, pero también existe una caracterización psicológica de las personas impuntuales.
En nuestro caso es un mal social. Así se ejemplifica en un artículo por el portal Dejusticia, donde se nos informa que “el 60 por ciento de los concejales de la ciudad de Bogotá llega tarde a las sesiones y solo un poco más de la mitad permanece durante los debates.” Si ese es el caso para los concejales de una de las ciudades más importantes Latinoamérica, ¿Cuánto más para el resto de las sociedades?
Este mismo panorama se ha visto presente en la asistencia a las reuniones de la iglesia. Para los cristianos latinos esta realidad debe ser vista como una oportunidad para cambiar, para ser luz en la oscuridad y ser sal en este mundo corrompido. Pero la razón no es simplemente contracultural, debe ser, ante todo, inspirada por la Escritura y motivada por el evangelio.
¿La impuntualidad es pecado?
En la biblia no hay un pecado concreto llamado impuntualidad. Pero sí hay aspectos contenidos en la impuntualidad que pueden categorizarla, sin lugar a dudas, como no uno, sino como varios pecados al mismo tiempo. Vamos a tratar esto a través de distintas ópticas:
La impuntualidad refleja que no se aprovecha bien el tiempo
El aprovechar bien el tiempo es una orden apostólica (Ef. 5:16), por lo que no aprovecharlo bien puede ser definido como un pecado, una desviación de la forma de vivir que debe tener un cristiano. Cuando no aprovechamos bien el tiempo, somos negligentes como mayordomos de Dios, desperdiciando el precioso recurso de nuestra vida.
Solemos llegar tarde a lugares y particularmente a la iglesia, porque administramos mal nuestro tiempo, lo “redimimos” de manera negligente. Por lo que puede que nuestra impuntualidad sea una manifestación clara de una mala administración de nuestros recursos.
La impuntualidad no tiene consideración por el tiempo de los demás
Lo que muchas veces se ha dado a notar en los distintos artículos sobre la impuntualidad es que esto suele manifestar un corazón egoísta, que no tiene en consideración el tiempo del resto. El tiempo de tu prójimo es tan importante como el tuyo, así que no deberías desperdiciarlo o afectar negativamente a sus planes y organización.
Si las decisiones de alguien hicieran cambiar tus planes, ¿Te gustaría que lo hicieran para mal? ¿Qué arruinarán tu planificación? Por supuesto que no, entonces, debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos y tratar a los demás como quisiéramos ser tratados, lo cual incluye nuestra puntualidad (Luc. 6:31-38; Mt. 22:39).
La impuntualidad no representa el buen carácter cristiano
Hay muchos aspectos en la impuntualidad que pueden ser catalogados como la antítesis del carácter cristiano.
- El cristiano debería ser responsable, la impuntualidad muestra irresponsabilidad.
- El cristiano debería aprovechar bien el tiempo, la impuntualidad muestra que no se administra el tiempo correctamente.
- El cristiano debería ser alguien disciplinado y de dominio propio, mientras que la impuntualidad muestra indisciplina y poco control de sí mismo.
- El cristiano debería ser alguien diligente en todos sus asuntos, pero la impuntualidad suele ser una demostración de negligencia.
Y así podríamos continuar nombrando un sin fin de asuntos que se relacionan con distintos aspectos de nuestra vida.
La impuntualidad afecta negativamente a las reuniones de la iglesia
Hablando directamente en cuanto a la puntualidad en la iglesia, la realidad es que muchas reuniones se hacen a medias o, en el mejor de los casos, con poco ánimo, a causa de la impuntualidad. Los que llegan tarde no suelen entender como afectan al resto antes de haber llegado, no saben como se sienten ni lo que eso significa para los demás.
Por dar un ejemplo, en mi iglesia no tenemos un grupo de adoración y el canto congregacional es nuestro estandarte. No obstante, cuando muchos llegan tarde, el canto puede llegar a sonar bajo o de poca calidad a causa de que hay pocas voces congregadas. Esto mismo puede aplicarse a muchas otras áreas de servicio como organización, limpieza, servicios, etc.
La impuntualidad hace que perdamos bendiciones
Supongamos que llegas tan tarde que te has perdido una parte del sermón, una oración, un cántico o información dada al principio del servicio, en todos esos casos has perdido algo a causa de la impuntualidad.
En nuestro caso, la liturgia reformada es un todo coherente donde hay declaración de confianza, bendición, confesión de pecados, etc. Cada parte constituye una bendición particular y la liturgia como un todo tiene una relación continua desde el primer punto hasta el último. En ese caso, llegar tarde es como entrar a la mitad de una conversación altamente beneficiosa.
La impuntualidad es un mal testimonio para los de afuera
Esto no es algo que me imagino, es algo que sé de primera mano: los incrédulos (al menos los puntuales), miran como algo malo en los creyentes el llegar tarde. Nuestro Dios es un Dios de orden, por tanto, el pueblo de Dios tiene que ser un pueblo ordenado y eso implica ser puntuales.
La impuntualidad latina no es ninguna virtud, es un vicio y mal habito entre nosotros. Si somos realmente transformados en nuestra manera de pensar, no amoldándonos a este mundo, entonces deberíamos poner nuestra vida en contra posición a aquel mal.
La impuntualidad es una señal de una vida desordenada
Pablo reprende la vida desordenada (1 Ts. 3:6). Desde una perspectiva cristiana, la impuntualidad no es un simple descuido, sino una señal de desorden en la vida espiritual y personal, pues el tiempo es un recurso que Dios nos confía para administrarlo con sabiduría y, nosotros, como buenos mayordomos de sus recursos debemos ponerlos a su disposición adecuadamente.
Entonces, ¿Cómo ser puntuales en la iglesia?
Tratando de solucionar el problema daré tres consejos que, de una manera u otra, me han ayudado a ser más puntual en mi vida diaria. Aún trabajo en ello, pero creo que estos tres consejos son los más útiles para lograr este cometido:
Primero, tómatelo en serio
Si no reconoces esto como un problema serio, como un pecado y como una deshonra a tu labor como mayordomo de los recursos que el Señor te ha dado, no lo verás con la importancia que amerita. No lo veas bajo la lente de nuestra cultura, la cual está viciada en estos y otros asuntos, más bien lleva tus pensamientos cautivos a Cristo y que sea él que te dé la solemnidad con la que debes sostener el tiempo.
Segundo, toma medidas prácticas
Cuando mi familia y yo luchábamos con la puntualidad al llegar a la iglesia empezamos a tomar una serie de decisiones que nos permitieron llegar con unos 30 minutos de anticipación. Preparar todo el día anterior, comprar comida fácil de hacer en las mañanas (en nuestro caso pan), y salir a una hora fija calculando el tiempo que normalmente tardamos, es alguna de las decisiones prácticas que nos ayudó a mejorar en esta área.
Tu caso puede ser diferente. Dependerá de tus recursos, si tienes hijos, vives lejos, etc. Sea como sea, las decisiones que debes tomar son conforme a tu propio contexto. En mi iglesia hay una familia que son de los más puntuales ¡Pero son de los que viven más lejos! ¿Qué hacen? Los adultos se dividen las tareas y, sobre todo, se paran a las 5 de las mañana para tener suficiente tiempo.
Tercero, exagera un poco
Existe la trampa de la planificación, esa idea de que podemos planear todo y que todo saldrá como lo pensamos. Si piensas con suficiente cordura, poniendo los pies en la tierra, sabrás que esto es un engaño.
La mejor manera es comprender que no siempre las cosas saldrán como esperamos: el carro puede dañarse, el autobús puede tardar más de lo esperado, o cualquier evento que te arranquen esos preciados minutos minuciosamente planificados. Así que prevé y trata de ajustar tu tiempo a estos improvistos. El resultado es que llegarás antes del tiempo, siendo de utilidad en la iglesia o en cualquier otro lugar donde debas estar puntualmente.
Conclusión: arrepintiéndonos de nuestra impuntualidad
En conclusión, la impuntualidad en la iglesia no es un asunto superficial ni culturalmente justificable, sino un reflejo de desorden espiritual y personal que afecta nuestro testimonio, nuestra comunión y nuestro amor al prójimo. Dios nos llama a ser responsables, diligentes y ordenados, redimiendo bien el tiempo como buenos mayordomos de sus dones, de manera que la puntualidad no solo sea una buena costumbre, sino una expresión de obediencia, reverencia y amor, mostrando al mundo que servimos a un Dios de orden y que nuestra vida entera, incluso nuestros horarios, está rendida a Él.