La pregunta que encabeza esté artículo tiene detrás de sí ciertas motivaciones. Tal vez estés aquí porque estás luchando con la idea de tener hijos, o simplemente porque quieres convencer a alguien de tu postura, o porque te da curiosidad el tema.
Pero antes de darte una respuesta tengo que decirte que este tema es muy importante para Dios. En su Palabra ha quedado retratado claramente su posición, su deseo para con las familias y el propósito final para ellas.
Si bien creo que es un tema que debemos abordar personalmente con mucha oración y discernimiento, también creo que es un asunto claro en la Biblia. Dicho esto, veamos el asunto a la luz de las Escrituras y en el contexto de nuestra época.
La problemática general de la ausencia de hijos
Para que nos hagamos una idea veamos cuál es el problema en la actualidad: el mínimo de natalidad que se necesita para poder sustituir a una generación es de un valor de 2.1 por mujer, esto implica que, para que se sustituya a la generación anterior, se necesita al menos un valor de 2.1 de nacimientos en promedio.
El problema radica en que en la actualidad, al menos en el continente europeo, la tendencia es a tener 1.1 hijos por mujer. Esto implica que si la tendencia se mantiene, la población terminará reduciéndose a la mitad, sin mencionar otras consecuencias negativas como una pirámide poblacional invertida, incremento de dependencia de parte del Estado por vejez, falta de mano de obra joven y la caída generalizada de muchas instituciones y formas de vida modernas que dependen de la población activa.
En relación con los cristianos no hay datos que evidencien cuál sea la posición general con respecto a este tema, pero por experiencia digo que hay una tendencia creciente entre muchas parejas cristianas a no tener hijos o, en muchos casos, a quedarse solamente con un número reducido de estos.
Debemos preguntarnos si entendemos esta problemática, si estamos respondiendo bien ante ella (al igual que la problemática del aborto), y si los cristianos no estamos siendo parte del problema más que de la solución. Pero sobre todo, sí estamos entendiendo lo que Dios dice en su Palabra sobre el tener hijos.
Lo que Dios muestra en su palabra en cuanto a tener hijos
Planteado el problema, lo primero que debemos ver es cual es la voluntad de Dios para las parejas cristianas. Si realmente podemos ver este asunto como una opción y decidir si tener o no tener hijos, evaluar nuestras propias motivaciones y considerar exactamente hacia donde debemos aspirar como creyentes fieles a los propósitos de Dios.
La voluntad de Dios en cuanto al matrimonio es que tengan hijos
Esto lo podemos ver desde el principio: Dios hizo a la primera pareja y les ordeno que fueran fructíferos y se multiplicarán (Gn. 1:28), de la misma manera vemos este mandamiento repetido en la restauración de la tierra luego de que Noé saliera del arca (Gn. 9:1).
Algo similar vemos en Malaquías 2:15, donde afirma que, de esa unión que llamamos matrimonios, Dios desea una descendencia que viva para él (si quieres profundizar más en este versículo, aquí puedes ver una explicación de Malaquias 2:15). Incluso, en tiempos de esclavitud y cautiverio, el Señor hizo y ordenó que los Israelitas tuvieran hijos (Ex. 1:7, 20, 21; Jer. 29:)
Así que es claro que Dios desea que los matrimonios que pueden tener hijos, los tengan. No tenemos razones para pensar lo contrario.
La bendición de tener muchos hijos
Creo que la mayoría de los cristianos estaríamos de acuerdo en que todas las parejas tienen el deber de buscar una descendencia para Dios. Sin embargo, podríamos preguntar, ¿Cuántos hijos deberíamos procurar tener? Es una pregunta que puede ser compleja de responder, ya que hay demasiados factores y motivaciones en juego, pero, al menos conforme a lo que podemos ver en las Escrituras, deberíamos procurar tener el máximo posible.
Esto lo digo por la carga teológica que se encuentra bajo la bendición de tener muchos hijos (Sal. 127:3-5; 128:3-4; 112:1-2). Realmente la biblia nos da textos muy claros que suponen el hecho de que, quien tiene muchos hijos, cuenta con la bendición de Dios (como es el caso de las parteras de Israel en Ex. 1:20-21). Incluso en ocasiones se retrata el tener muchos hijos como un resultado de cumplir debidamente con la ley del Señor (véase Deu. 28:11; 30:9).
Claro, debo aclarar que la persona que no puede tener hijos no significa que estén bajo maldición. A veces los propósitos de Dios para la infertilidad son variados y se requiere mucho discernimiento para saber qué está pasando.
No obstante, en nuestro tiempo el tener hijos, sobre todo muchos hijos, se mira con ojos de terror y como una molestia para la vida moderna. Sin embargo, bajo los parámetros de la familia, la crianza y el concepto de hijos que vemos en las Escrituras, esto es incongruente con nuestra fe.
Sin dejar de ignorar la realidad y la dificultad de ser padres, no podemos anclar nuestros pensamientos en preferencias personales y en tendencias culturales, sino en la verdad de las Escrituras.
Algunas conclusiones y aplicaciones necesarias
En vista de esto, los creyentes debemos abrazar la paternidad como una forma de servir a Dios, ocupar este mundo, y glorificar su nombre. Si los incrédulos no quieren tener hijos, ¡tengámoslos nosotros! Y llenemos este mundo de una descendencia que glorifique a Dios con sus vidas.
También procuremos trabajar duro, desarrollarnos, y hacer familia con una mentalidad de multiplicarnos con el mejor número que podamos aportar a este mundo. Las razones egoístas por las cuales preferimos un número “controlable” solamente delatan nuestro pecado.
Para las parejas que no pueden tener hijos, incluso aquellas que se les dificulta tenerlos abundantemente, podrían considerar con mayor seriedad la maravillosa oportunidad de adoptar. No es un camino fácil, ni tampoco es una obligación, pero creo que es una respuesta coherente ante este mundo en crisis y el evangelio que nos adopta en Cristo.
El creador de la familia es Dios, el dador de los hijos es el Señor, nuestra responsabilidad está en poner nuestras vidas en sumisión a su diseño e intención para nosotros.
Hermanos, no resistamos ante Él y demos una descendencia que viva para Dios.