Predicar es tal vez una de las tareas más significativas que he hecho en mi vida. En ocasiones, retomo la conciencia de la tarea tan singular y transcendental que es el predicar domingo tras domingo a un grupo de creyentes. Eso, ha hecho que busque una multitud de consejos y métodos para mejorar mi predicación.
En estos más de 8 años predicando, más 1 año predicando ininterrumpidamente, más toda una cantidad de libros y videos que he visto, me han llevado a entender de una forma más clara el camino para predicar mejor.
No soy un experto, pero según lo investigado y la experiencia, creo que puedo darte algunos consejos para predicar mejor.
1. El conocimiento y la piedad personal es sumamente importante
Es necesario que conozcas muy bien tu biblia, la teología, la hermenéutica, la homiletica, y demás aspectos necesarios para el oficio de predicar. No solamente tener un ligero conocimiento, sino que seas serio en cuanto a lo que sabes al respecto. Estudiar disciplinadamente.
Este conocimiento debe estar acompañado de verdadera piedad personal, no solamente necesitas orar todos los días, sino también estar creciendo en la santidad, en el amor, en la gracia y en el carácter.
Tus disciplinas espirituales tienen que estar al día para ser un buen predicador, por el contrario, te verás a ti mismo exhortando a la grey sobre aspectos en los que tú mismo careces de la corrección que das.
Si quieres predicar con una conciencia tranquila, y mejorar en la predicación, indudablemente necesitarás mejorar tanto en conocimiento como en piedad.
2. Conócete bien a ti mismo
Tus dones, tu temperamento, tus cualidades, etc., son las herramientas que Dios te ha dado para predicar. Por tanto, adminístralas sabiamente y afínalas para darle gloria a Dios.
Esto parece sencillo, pero te aseguro que no lo es. En ocasiones no es fácil saber en que eres realmente bueno, que aspectos Dios te ha dado a diferencia de otros predicadores y como utilizar esos dones para ser un mejor predicador.
Creo que muchos predicadores copian a sus predicadores favoritos precisamente por este hecho: no se conocen a sí mismos.
Querido hermano, Dios no nos pide que prediquemos como Paul Washer o Sugel Michelen. Si, Él nos ordena que prediquemos, pero Él espera que usemos las capacidades y dones que el mismo nos ha dado. Dios no nos juzgará por los dones del otro, sino por el uso que les demos a los nuestros.
Piensalo, ¿Con que predicamos realmente?
Predicamos con nuestro propio corazón, mente y carácter, predicamos con nuestra propia pasión, con nuestras propias ideas y palabras, sacamos ilustraciones de nuestra propia vida y de lo que nos rodea, usamos lo que Dios nos da y el bendice a aquellos que son fieles en administrar los dones que les ha dado a cada uno, y no por tratar de usar los dones que tienen otros.
Por tanto, ¡Conócete a ti mismo y usa lo que tienes a tu favor!
3. Conoce bien a las personas, tanto los creyentes como a los incrédulos
La buena comunicación siempre tiene en cuenta al receptor. Trata de aprender a hablar a las necesidades de tu audiencia sin necesidad de inventar o torcer las Escrituras y tu predicación va a mejorar. No obstante, esta es una tarea que requiere mucha reflexión, visitas constantes, dedicación de tiempo y hasta estudio particular.
Lastimosamente pensamos que la única exegesis que se requiere para predicar es la del texto bíblico, y no la exegesis (entiendase como sacar el significado) de los corazones, la cultura y las necesidades de nuestros oyentes.
Por eso, opino que el pastor no solamente debe ser bueno predicando, sino también visitando a los hermanos, aconsejándoles y pasando tiempo de comunión con ellos. Ahondando en las necesidades que afligen a su grey.
Un pastor que conoce a la gente, sabrá que decir y como decirlo. Así los oyentes sabrán que se les está hablando directamente a ellos y no que están recibiendo un sermón prefabricado para entregar en cualquier lugar.
4. Maneja muy bien cada parte de la hermenéutica
Asegúrate de que lo que expones surge de una correcta exegesis e interpretación de las Escrituras. El verdadero alimento que podemos dar los pastores y predicadores se encuentra en la Palabra de Dios, no importan las historias conmovedoras, las inflexiones de voz o la retórica con la que hablemos. Somos llamados a pastorear a la grey de Dios con la Palabra de Dios.
De allí que el deber del predicador sea presentarse como un obrero aprobado que usa bien la Palabra, si esto es así, entonces, es necesario que manejemos con precisión las reglas de interpretación y exegesis, que nos aseguremos que la interpretación del texto es lo que el Espíritu Santo revelo y no lo que nosotros queremos que diga porque nos parece más emocionante o relevante.
Si cuidas tu interpretación, y predicas fielmente el texto, Dios bendecirá su Palabra predicada.
5. Maneja bien cada aspecto de la homiletica
Introducción, explicación, aplicación, ilustración, conclusión, etc. Cada parte es importante y debe ser dominada a la perfección. En algunas ocasiones los sermones están mal estructurados, las aplicaciones no son relevantes, las introducciones son un mero formalismo y las conclusiones no parecen concluir.
Cada parte del sermón tiene su importancia, por eso, es necesario que aprendas a desarrollar cada cosa debidamente. Para esto recomiendo encarecidamente estos 7 libros recomendados sobre predicación.
Las introducciones deben llamar la atención al resto, las explicaciones deben ser sumamente claras, las aplicaciones relevantes, las ilustraciones conmovedores y entretenidas, y las conclusiones concisas e inspiradoras. Estos elementos son necesario trabajarlos bien, pulirlos hasta que brillen por sí mismos y en conjunto.
6. Siempre mantente “en punto de ebullición”
Es decir, mantente en tu primer amor, en pasión por Dios, pero que esta sea sincera y no fingida como los predicadores que gritan por gritar y no porque realmente estén diciendo algo importante o que los apasione. Tu «temperatura espiritual» siempre debe estar en la medida correcta, de lo contrario, se reflejará en lo que dices y en como lo dices.
7. Entiende bien la retórica y como aplicarla en tu propio caso
La retórica es importante. El tono, las expresiones faciales, el uso de las manos, la velocidad al hablar, el usar distintos volúmenes de voz, etc., son cosas que muchas veces no se les da la importancia que merecen. Pero la realidad es que el hablar en público es un arte y los seres humanos tenemos una sensibilidad estética por naturaleza.
Es a causa de esto que lo que decimos y como lo decimos debe estar en consonancia con las buenas prácticas de la retórica.
Hacerte consciente de que decir algo más rápido tiene un significado, bajar la voz tiene implicaciones, subirla lleva a la audiencia a entender algo particular, etc., son aspectos de la comunicación de los cuales a veces aplicamos por pura intuición, pero que entenderlos y manejarlos hace que podamos transmitir mejor el mensaje.
8. Lee y escribe constantemente
El leer te ayuda a tener un lenguaje más abierto, de modo que no te quedes sin palabras para expresar las maravillas de Dios. Pero el escribir te da la precisión que es requerida para predicar, y si lo haces constantemente verás que te ayudará en la expresión oral.
Puedo decir por experiencia que esto me facilito mucho mi introducción a la predicación. Pese a los nervios y la inexperiencia, el tener el hábito de la lectura y escritura hizo que nunca me faltarán ideas, o que careciera de palabras para proclamar el evangelio.
9. Pide retroalimentación sincera
Puedes solicitar ayuda a tu esposa, a algún hermano que sea bastante perspicaz, a los ancianos de tu iglesia, a predicadores más experimentados o tomar algún hermano al azar y preguntarle sobre que le ha parecido la predicación, cuáles cree que fueron los puntos débiles y en que cree que puedes mejorar.
Pero asegúrate de estar preparado con suficiente humildad para recibir cualquier golpe bajo, a veces no todos tienen la gracia para entender que te gastaste 20 horas haciendo un sermón para soltar comentarios un tanto pesados.
Aun así, escúchalos y trata de entender lo que está sucediendo al momento de predicar. Ten en cuenta que hay cosas que tú mismo no te daras cuenta, por mucho que escuches la grabación del sermón o te mires en video. En este sentido, necesitas de la ayuda del cuerpo de Cristo para mejorar en tu predicación.
10. Sé creativo y perspicaz
Trata de lograr que los hermanos no reciban un montón de obviedades cuando te escuchan, sino que les ayudes a ver las cosas con nuevos ojos o con una importancia nunca antes vista (al menos para ellos). Que ellos puedan decir cosas como “¡Oh, nunca lo había visto de esta manera!”, “¡Que interesante!”, “¡Gloria a Dios por eso!”
Algo que he notado de los sermones de Spurgeon es precisamente esto: el siempre predico los mismos textos que predicamos todos los predicadores, pero había algo que le agregaba, una forma particular de decirlo que parece que nunca fuese sido dicho de esa manera, con ideas muy brillantes y expresiones realistas. Sin duda, mucho de su éxito se debe a muchos factores, pero este era uno realmente clave.
Para esto se requiere reflexión, pensamiento y darle rienda suelta a la creatividad. No tener miedo. Imaginar y replantear las ideas de múltiples formas.
11. Descansa: necesitas energías para predicar bien
En muchas ocasiones los predicadores estamos sumamente cansados. En mi caso, me pasa con bastante frecuencia.
Fue en una ocasión donde vi que la crítica de mi esposa a mis predicaciones se repetía constantemente, la cual puede ser resumida así: predicaste bien, pero te veías cansado.
Esa declaración era como decirme que predique bien, pero no al 100% de mi capacidad. Esto es algo de vital importancia, si no descansamos no podemos dar el 100%. Da igual los ideales de predicadores que tengas, de esos que duermen 4 horas y comen poco, nuestro cuerpo, mente y hasta nuestra alma, necesitan que descansemos.
A veces, para avivar la predicación, solamente se necesita cambiar los hábitos de sueño.
12. Ora mucho, no solamente por tu predicación
La oración es clave. Orar no solamente por tu predicación, sino también por cada persona que va a sentarse a escucharte.
Orar por sus necesidades, por tus palabras, por cada punto del sermón, por la presencia del Espíritu Santo, por las aplicaciones, por las verdades expuestas, por la explicación e ilustración del sermón, entre otros.
Realmente, tienes un montón de cosas por las cuales orar antes del sermón.
Lo que yo hago es hacer una lista a medida que estudio el texto, así entiendo cuáles son los puntos que van ser aplicados en la estructura homiletica y voy acompañando cada aspecto con oración, así oro por mí y por mis hermanos. De aquí se desprende doble beneficio: primero, oro por cada aspecto del sermón con tiempo de modo que cuento con el apoyo de Dios, y segundo, me sirve para reflexionar y tener en cuenta las necesidades de mis hermanos antes de escribir y presentar el sermón.
13. Lee, estudia y aprende de los grandes predicadores
Si quieres ser bueno en algo, tienes aprender de los que son buenos en ello. Esto se aplica a muchas cosas en la vida y la predicación no es la excepción. Pero ten cuidado en entender la palabra aprender con emular o copiar, porque no son lo mismo.
Yo tengo mis predicadores favoritos, y de cada uno he aprendido algunas cosas particulares.
De Spurgeon, la creatividad y la originalidad; de Sugel, los elementos de la retórica, especialmente el volumen y el ritmo en la predicación; de Paul Washer, la pasión y la soltura; de Ageu Magallanes, la seriedad y la sencillez al afirmar las verdades. De seguro que he aprendido muchas otras cosas más de ellos sin darme cuenta, puesto que tanto los que escucho como los que leo han influido en mi de distintas maneras.
Conclusión
¿Hay esperanza para mi predicación? Esa puede ser una pregunta con sinceridad. Yo creo que, si realmente haz sido llamado a predicar el evangelio, puedes llegar a ser un buen predicador. No necesariamente uno grande, como aquellos que marcaron la historia, pero si puedes llegar a ser mejor de lo que ya eres, usando los dones y los recursos que Dios te ha dado.
Esto es un asunto de corrección, preparación y crecimiento. Hay que perseverar, y tratar de hacerlo mejor en cada ocasión. Sé paciente, en especial si eres joven, y trata de crecer en cada area mencionada y en toda aquella en la que el Señor te guie.